lunes, 19 de febrero de 2018

Identificado el origen de la mayoría de los cánceres de ovario: las trompas de Falopio

En nuestro país se diagnosticaron en 2015 un total de 3.228 nuevos casos de cáncer de ovario, tipo de tumor que representa la primera causa de deceso por cáncer ginecológico en la población femenina española y la sexta en el conjunto total de enfermedades oncológicas. Una elevada mortalidad que se explica fundamentalmente por el retraso en el diagnóstico del tumor, lo que provoca que el porcentaje de mujeres que sobreviven a los 10 años de su detección no llegue al 30%. Pero, ¿por qué esta demora diagnóstica? Pues básicamente, por la falta de síntomas específicos que permitan a la paciente, o a su médico, sospechar de la presencia de la enfermedad. Pero aún hay más: parece que tampoco está muy claro dónde se origina el tumor. O así ha sido hasta ahora. Y es que un estudio dirigido por investigadores del Instituto Oncológico Integral Sidney Kimmel de la Universidad Johns Hopkins en Baltimore (EE.UU.) muestra que, como ya sospechaban algunos científicos, el inicio de la mayoría de los cánceres de ovario se localiza en las trompas de Falopio, esto es, los conductos fibrosos que conectan los ovarios con el útero. Un descubrimiento que abre la puerta al desarrollo de nuevas estrategias para la prevención y tratamiento de esta devastadora enfermedad.
Como explica Victor Velculescu, director de esta investigación publicada en la revista «Nature Communications», «los tratamientos para el cáncer de ovario no han evolucionado demasiado en las últimas décadas, y esto puede deberse, al menos en parte, a que hemos estado estudiando un tejido erróneo del origen de estos tumores. Si estudios con muestras más grandes de mujeres confirman que las trompas de Falopio son el lugar de origen de la mayoría de los cánceres de ovario, podríamos llevar a cabo un cambio muy significativo en la manera en que abordamos esta enfermedad en las pacientes en riesgo».

Rastrear el origen

En el estudio, los autores analizaron las muestras de células sanas y de células de cáncer de ovario, de metástasis en distintos órganos y de pequeños tumores en las trompas de Falopio –tanto de ‘carcinomas serosos tubulares intraepiteliales’ (STIC) como de pequeñas masas de células cancerígenas con mutaciones en el gen ‘p53’– tomadas a cinco pacientes diagnosticadas de un adenocarcinoma seroso de ovario –el tipo de tumor que supone hasta el 75% de los casos de cáncer de ovario– de alto grado.
Asimismo, los autores analizaron las muestras de las células sanas y de los STIC tomadas a otras cuatro mujeres que se habían sometido a una extirpación profiláctica de sus ovarios y trompas de Falopio al haber heredado una mutación en el gen ‘BRCA’ que predisponía al desarrollo del tumor.
Concretamente, lo que hicieron los investigadores fue llevar a cabo la secuenciación genética de todas las muestras para detectar la presencia de mutaciones en el ADN celular. Y lo que encontraron es que en todas las muestras tumorales de las nueve pacientes, es decir, en las células de cáncer de ovario, de las metástasis y de los pequeños tumores en las trompas de Falopio, pero no así en las células sanas, había una pérdida de material en el cromosoma 17, exactamente de la región en la que se localiza el gen ‘p53’, bien conocido por su papel en la aparición de diversos tipos de cáncer. Un resultado que sugiere que los defectos en la expresión, o la ausencia de expresión, del gen ‘p53’ constituyen uno de los primeros pasos en el desarrollo del cáncer de ovario.
Es más; las muestras de las nueve mujeres también habían perdido regiones de su ADN en las que se encontraban el gen ‘BRCA1’, el gen ‘BRCA2’, o ambos. Y asimismo, las muestras de cuatro participantes carecían de la región en el cromosoma 10 en la que se encuentra el gen ‘PTEN’, igualmente implicado en el desarrollo de tumores.
Finalmente, y una vez identificadas las mutaciones –la pérdida o ‘deleción’ de material genético es un tipo de mutación–, los autores rastrearon el origen de los tumores de las cinco pacientes con adenocarcinoma seroso de ovario. Para ello, partieron de la premisa de que las células cancerígenas ‘originales’ presentan menos mutaciones que las nacidas de su proliferación incontrolada. Y esta labor de rastreo, indican los autores, «nos ha llevado a concluir que los cánceres de cada una de las pacientes comenzaron con errores en el STIC o en lesiones más tempranas en las trompas de Falopio. Además, los errores adicionales en el ADN se encontraron solo en las células alojadas en el ovario y en las metástasis. Por tanto, nuestro análisis sugiere que el cáncer en los ovarios se origina en los tumores iniciales en las trompas de Falopio, que ya contienen las mutaciones claves en el ADN necesarias para la enfermedad».
Además, los autores también estimaron el tiempo promedio que se requiere para que el tumor en las trompas de Falopio –el STIC– de lugar al cáncer de ovario y, posteriormente, para que el cáncer se disemine por el cuerpo. Y de acuerdo con los resultados, pasan 6,5 años desde que el STIC se convierte en un cáncer de ovario y tan solo dos para que luego se extienda por el organismo. Como apunta Victor Velculescu, «estos hallazgos concuerdan con lo que vemos en las consultas, en las que las pacientes en las que se diagnostica por primera vez el cáncer este ya se ha expandido».

Implicaciones clínicas

En definitiva, parece que la mayoría de los tumores de ovario tienen su origen en las trompas de Falopio. Un hallazgo que de confirmarse podría llegar a cambiar la forma en la que se aborda este tumor.
Como concluye Victor Velculescu, «la confirmación de nuestros resultados podría ayudar a algunas mujeres a evitar la extirpación de sus ovarios y la consecuente pérdida de hormonas que aumentaría su riesgo de enfermedades cardiovasculares. La ventana de tiempo existente entre el desarrollo del STIC y las metástasis enfatiza la importancia del desarrollo de nuevas técnicas de cribado, caso de biopsias líquidas para la detección temprana del cáncer de ovario».


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