martes, 13 de febrero de 2018

La NASA y la ESA buscarán vida en los túneles de lava de Marte y la Luna

Una microbióloga portuguesa del CSIC enseña a los astronautas a recoger muestras y secuenciar el ADN en ambientes extremos de la Tierra análogos a los que hay en el planeta y el satélite natural.


Dos astronautas ensayan en un campo de lava canario el pasado noviembre.

Si hay o hubo vida en Marte o en la Luna, esta es o fue microbiana y probablemente se ha refugiado de la radiación y de las inhóspitas condiciones ambientales en el subsuelo, en los túneles generados por la lava de erupciones volcánicas. Ana Miller, doctora de origen portugués que trabaja en el grupo de Microbiología Ambiental y Patrimonio Cultural del Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Sevilla (IRNAS), perteneciente al CSIC, ha entrenado a los astronautas, en el marco del programa PANGAEA-X de la Agencia Espacial Europea (ESA), para que identifiquen y obtengan muestras de la vida microbiana que existió o puede existir en el subsuelo y secuencien su ADN in situ, evitando así cualquier alteración de las pruebas durante el viaje de vuelta.
Ana Miller investiga los organismos que se adaptan a ambientes oligotróficos, sin nutrientes ni luz, como los que se encuentran en las cuevas de lava. “La mayoría de estos microorganismos interactúa con minerales que utilizan para su actividad metabólica”, explica la científica.
El hallazgo de organismos vivos o vestigios de su existencia pasada ayudaría a entender el origen de la vida en la Tierra y daría pistas sobre las posibilidades de sobrevivir en las condiciones de Marte. Y las respuestas, si las hay, estarían en los túneles de lava y en los espeleotemas, las formaciones minerales en estas oquedades. “Los túneles de lava pueden ser un refugio frente a la radiación y el lugar ideal para establecer una base”, advierte Miller.
Con estas premisas, el equipo del que forma parte la microbióloga portuguesa ha estudiado tubos de lava en Isla de Pascua, Galápagos, La Palma, Tenerife y Lanzarote, en ambientes análogos a los que existen en Marte y la Luna. En la última isla, en el tubo de lava de La Corona, han montado un laboratorio similar al que se establecería en el planeta rojo o en la Luna, con equipos de secuenciación de ADN del tamaño de un teléfono móvil facilitados por el Johnson Space Center de la NASA.
Miller ha enseñado a astronautas, como el alemán Matthias Maurer, a identificar áreas en las paredes de los tubos de lava con colonias de microorganismos, que colorean los minerales con tonos amarillos, blancos, grises o rosas, entre otras tonalidades.
“Identificar estos organismos en tubos de lava de otro planeta abriría las vías para extender la vida”, relata Miller, quien recuerda el proyecto SUBLIMAS, liderado por la Investigadora Rosa de la Torre del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA), y que comprobó la supervivencia de líquenes (formados por la simbiosis de algas y hongos) tras pasar 18 meses en el exterior de la Estación Espacial Internacional, en situación de vacío y de radiación ultravioleta y cósmica.
Los resultados de la experimentación en la Tierra, al margen de su valor para futuras misiones, son alentadores. Durante los ensayos en los tubos de lava de Canarias ya se han hallado comunidades de microorganismos capaces de adaptarse a estos ambientes y generar estructuras muy particulares, como son los filamentos reticulados formados por microorganismos todavía desconocidos que Miller y el resto del equipo están dispuestos a desvelar.
Además, la tecnología aplicada durante el programa PANGAEA-X se extenderá a dispositivos de uso en la Tierra. Entre otros, se han utilizado elementos para la recogida de muestras superficiales manipulados y a distancia, programas para móviles para recibir instrucciones de los experimentos, drones para elaborar mapas, instrumentos de realidad aumentada para la investigación geológica y el desarrollo de modelos en tres dimensiones, nuevos vehículos espaciales y sismógrafos específicos.

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